El pasado mes
de enero entró en vigor una importante modificación de la Ley Electoral,
aprobada por el reducido club de los principales partidos. Mediante esta
modificación los principales partidos, los que vienen turnándose en el poder
desde que se instauró la, según ellos, “democracia”, han establecido que: a
partir del pasado enero, todos los partidos menos ellos, todas las propuestas políticas
de la ciudadanía deberán recoger las firmas del 0,1% de los electores. Esto es,
en Madrid unas 5000 firmas, y en Barcelona unas 4800, y es todo el Estado más
de 35.000. Las firmas además deberán cotejarse. Dado el adelanto electoral, las
firmas deberán recogerse entre el 26 de septiembre, fecha del decreto, y
deberán entregarse aproximadamente dos o tres semanas más tarde,
aproximadamente una semana antes del inicio de la campaña electoral el 4 de
noviembre.
Evidentemente, la inmensa mayoría de partidos y propuestas de la ciudadanía no podrán presentarse a las elecciones. De todas las propuestas de los ciudadanos que se presentaron en forma de partidos, agrupaciones, federaciones o coaliciones que se presentaron a las últimas elecciones generales, solo unos dos o cuatro partidos además de los del club, podrán presentarse a nivel estatal a las elecciones, el resto quedan condenados a poder presentarse en alguna provincia. Igual que las agrupaciones de electores han quedado relegadas al ámbito local, resulta evidente que se pretende relegar a todas las demás propuestas políticas al ámbito local o regional, para que no puedan presentar democrática competencia a los principales partidos en el ámbito estatal.
Con anterioridad a la reforma que entró en vigor el pasado enero, la Ley Electoral ya otorgaba una posición de dominio a los principales partidos: la ley aprobada por ellos, reserva para ellos mismos el 90% financiación pública, y de la ocupación del espacio electoral en las calles y medios de comunicación públicos y privados. Usted, con sus impuestos, paga el despilfarro de campañas electorales de los principales partidos, y los cuantiosos sueldos de partido. Los partidos del club saturan los medios, y las demás propuestas de la ciudadanía no pueden llegar al elector para ser elegidas, o no, libremente.
Es evidente, que esta “configuración” de la ley electoral, garantiza desde que se instauró la democracia, que siempre se alternen en el poder los mismos, lo que explica el bipartidismo, la partitocracia como sistema, y todos los problemas que se incrementan derivados del poder estancado: la corrupción, el abuso, la incapacidad, negligencia y mediocridad de gobierno, falta de independencia judicial, falta de independencia periodística, sometimiento a intereses financieros, y demás problemas de lo que conocemos como “sistema”.
Pero lo más grave es que esta legislación decretada por unos pocos, vulnera el derecho fundamental de toda democracia, de la ciudadanía, de presentar propuestas políticas, de que los conciudadanos las conozcan, y puedan votarlas y elegirlas. Los regímenes en el mundo que, por ley establecen que uno, dos, o cinco partidos son los que pueden ser votados por los ciudadanos, no son democracias por muchas urnas que tengan. La democracia no es la urna; sino la libertad previa de información y elección.
Quieren hacernos creer que la ley electoral es un asunto como los demás, cuando estamos ante una ley fundamental, que está en la base de todos los demás problemas. La ley que elige o conserva en el poder a los que mandan no es un asunto cualquiera, es una cuestión fundamental. Todos los problemas que padece la ciudadanía dependen de los gobernantes, y éstos de la ley que se han montado ellos mismos para perpetuarse. Deberíamos empezar a plantearnos si los principales problemas de la ciudadanía, son consecuencia de la ineptitud de los que se eternizan en el poder, sin permitir que otros ciudadanos accedan para administrar los intereses públicos con otros criterios.
Este verano hemos asistido a otro hecho insólito en nuestra democracia: los dos principales partidos, a propuesta de gobiernos extranjeros, en apenas tres días han decidido cambiar la Constitución, sin ningún tipo de consulta a la ciudadanía. Sorprendente rapidez, de la que los dos grandes partidos no hacen gala atendiendo las necesidades de la ciudadanía.
Si tenemos en cuenta que la democracia interna de los grandes partidos brilla por su ausencia, y que es un pequeño grupo de cinco personas las que controlan el partido. Y si a esto le añadimos otras personas que dominan influyentes grupos financieros, el resultado final de esta reflexión es escalofriante: Unas cuantas personas controlan, de hecho, el Estado.
La soberanía del pueblo continúa siendo una utopía.
Es evidente que esta situación continuará degenerando en el futuro, es evidente que introducirán más limitaciones en la ley electoral, a la participación ciudadana. Ante esta situación podemos lamentarnos, no hacer nada, continuar jugando a este sistema defendiendo cada uno lo suyo, con un coste en trabajo humano y material altísimo y condenados eternamente, por ley, a ser “pequeños”……….o podemos rebelarnos y unirnos para cambiar las cosas. Ellos no lo harán, ha de ser la ciudadanía quien lo haga.
Ellos no van a cambiar una situación en la que se han blindado, hemos de ser nosotros desde la calle, las entidades sociales, culturales y políticas los que nos unamos para hacerlo. No importan tanto nuestras diferencias de opinión ni ideológicas si lo que está en juego son las libertades fundamentales de todos.
No caigas en la trampa de los que controlan este sistema, a los que interesa fomentar y vernos distraídos en diferencias quizás no tan importantes.
Evidentemente, la inmensa mayoría de partidos y propuestas de la ciudadanía no podrán presentarse a las elecciones. De todas las propuestas de los ciudadanos que se presentaron en forma de partidos, agrupaciones, federaciones o coaliciones que se presentaron a las últimas elecciones generales, solo unos dos o cuatro partidos además de los del club, podrán presentarse a nivel estatal a las elecciones, el resto quedan condenados a poder presentarse en alguna provincia. Igual que las agrupaciones de electores han quedado relegadas al ámbito local, resulta evidente que se pretende relegar a todas las demás propuestas políticas al ámbito local o regional, para que no puedan presentar democrática competencia a los principales partidos en el ámbito estatal.
Con anterioridad a la reforma que entró en vigor el pasado enero, la Ley Electoral ya otorgaba una posición de dominio a los principales partidos: la ley aprobada por ellos, reserva para ellos mismos el 90% financiación pública, y de la ocupación del espacio electoral en las calles y medios de comunicación públicos y privados. Usted, con sus impuestos, paga el despilfarro de campañas electorales de los principales partidos, y los cuantiosos sueldos de partido. Los partidos del club saturan los medios, y las demás propuestas de la ciudadanía no pueden llegar al elector para ser elegidas, o no, libremente.
Es evidente, que esta “configuración” de la ley electoral, garantiza desde que se instauró la democracia, que siempre se alternen en el poder los mismos, lo que explica el bipartidismo, la partitocracia como sistema, y todos los problemas que se incrementan derivados del poder estancado: la corrupción, el abuso, la incapacidad, negligencia y mediocridad de gobierno, falta de independencia judicial, falta de independencia periodística, sometimiento a intereses financieros, y demás problemas de lo que conocemos como “sistema”.
Pero lo más grave es que esta legislación decretada por unos pocos, vulnera el derecho fundamental de toda democracia, de la ciudadanía, de presentar propuestas políticas, de que los conciudadanos las conozcan, y puedan votarlas y elegirlas. Los regímenes en el mundo que, por ley establecen que uno, dos, o cinco partidos son los que pueden ser votados por los ciudadanos, no son democracias por muchas urnas que tengan. La democracia no es la urna; sino la libertad previa de información y elección.
Quieren hacernos creer que la ley electoral es un asunto como los demás, cuando estamos ante una ley fundamental, que está en la base de todos los demás problemas. La ley que elige o conserva en el poder a los que mandan no es un asunto cualquiera, es una cuestión fundamental. Todos los problemas que padece la ciudadanía dependen de los gobernantes, y éstos de la ley que se han montado ellos mismos para perpetuarse. Deberíamos empezar a plantearnos si los principales problemas de la ciudadanía, son consecuencia de la ineptitud de los que se eternizan en el poder, sin permitir que otros ciudadanos accedan para administrar los intereses públicos con otros criterios.
Este verano hemos asistido a otro hecho insólito en nuestra democracia: los dos principales partidos, a propuesta de gobiernos extranjeros, en apenas tres días han decidido cambiar la Constitución, sin ningún tipo de consulta a la ciudadanía. Sorprendente rapidez, de la que los dos grandes partidos no hacen gala atendiendo las necesidades de la ciudadanía.
Si tenemos en cuenta que la democracia interna de los grandes partidos brilla por su ausencia, y que es un pequeño grupo de cinco personas las que controlan el partido. Y si a esto le añadimos otras personas que dominan influyentes grupos financieros, el resultado final de esta reflexión es escalofriante: Unas cuantas personas controlan, de hecho, el Estado.
La soberanía del pueblo continúa siendo una utopía.
Es evidente que esta situación continuará degenerando en el futuro, es evidente que introducirán más limitaciones en la ley electoral, a la participación ciudadana. Ante esta situación podemos lamentarnos, no hacer nada, continuar jugando a este sistema defendiendo cada uno lo suyo, con un coste en trabajo humano y material altísimo y condenados eternamente, por ley, a ser “pequeños”……….o podemos rebelarnos y unirnos para cambiar las cosas. Ellos no lo harán, ha de ser la ciudadanía quien lo haga.
Ellos no van a cambiar una situación en la que se han blindado, hemos de ser nosotros desde la calle, las entidades sociales, culturales y políticas los que nos unamos para hacerlo. No importan tanto nuestras diferencias de opinión ni ideológicas si lo que está en juego son las libertades fundamentales de todos.
No caigas en la trampa de los que controlan este sistema, a los que interesa fomentar y vernos distraídos en diferencias quizás no tan importantes.
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