Espero y deseo que ganes la demanda, alguien tiene que parar a este tío, es demasiado daño el que ha causado ya.
A continuación el relato que hace de los hechos el propio Grego.
Salud y animo Grego.
El gerente de Transportes Urbanos de Sevilla practica el mobbing y persigue la libertad de expresión
Es bien sabido que uno de los desahogos preferidos por los altos ejecutivos para liberarse de la carga de estrés que les provoca el desempeño de sus funciones es la práctica del deporte. A Carlos Arizaga de Pablo-Blanco, actual gerente de Tussam, le sucede lo mismo, pero no le da por practicar paddel o cualquier otra actividad física para liberar adrenalina, sino que su deporte favorito es el mobbing y reprimir la libertad de expresión.
Lo peor de todo es que en esta ocasión la víctima elegida he sido yo, por mi condición de integrante activo de la ejecutiva de la sección sindical de UGT, y también porque soy el editor de este blog y le molestan las críticas que sobre su gestión se vierten en él. Es decir, que Arizaga ni está por la libertad sindical ni tampoco por la libertad de expresión. Al parecer, a este señor le producen alergia los derechos fundamentales que ampara
Crónica cronológica de una acoso laboral
El relato que os voy a contar comienza allá por 2003, cuando la anterior directora gerente de Tussam me traslada a prestar servicio a
Tales funciones abarcaban desde el control del canal audiovisual instalado a bordo de los autobuses, incluido el diseño de píldoras publicitarias de la empresa, la coordinación de la web, diseñando y poniendo en funcionamiento las nuevas páginas que se iban requiriendo, la gestión de toda la actuación publicitaria de Tussam y el control de los soportes de su titularidad, así como la participación en varios grupos de trabajo tanto en el seno de la empresa como en la Agrupación de Interés Económico De Sevilla (AIE).
Al aterrizar Arizaga en la dirección todo aparentaba seguir igual. Despachaba conmigo directamente lo que concernía a mi trabajo, parecía satisfecho con mi trabajo y, con el fin de cubrir el desfase evidente que existía entre la labor que desempeñaba y mi categoría de administrativo de a pie, me incluyó una cláusula novatoria en el contrato por la cual se me abonaban 106 euros mensuales como compensación a mi desempeño en el puesto de trabajo. Una verdadera fortuna acorde a su magnánima generosidad, con la que yo no estaba de acuerdo por considerarla inadecuada.
Todo transcurría con normalidad hasta que un día me llamó a su despacho y me preguntó por la manera que había tenido de resolver un conflicto con un compañero también integrante de la ejecutiva de UGT y además amigo. Con toda sinceridad le confesé que no entendía su torpeza, porque lo que había hecho rozaba la persecución –en realidad lo era- y que hubiera sido más producente llegar a acuerdos con el afectado. Pero el césar no negocia jamás, como tampoco toma prisioneros y yo acababa de cometer la torpeza de decirle exactamente lo que pensaba.
Como consecuencia de mi intrepidez caí en desagracia y fue retirándome de manera progresiva las funciones que venía realizando y encargándoselas a otras personas. Viendo la actitud de creciente ninguneo que tenía hacia mi persona, renuncié por escrito a la cláusula de desempeño de funciones y, como premio, me tuvo dos meses en una mesa vacía sin darme trabajo alguno. Esta situación me provocó una crisis de ansiedad que me mantuvo de baja laboral durante cuatro largos meses y que, de no haber sido por la familia y los amigos que por suerte tengo, estuvo a punto de conseguir que cayera en un estado depresivo de muy difícil recuperación.
Cuando recibí el alta médica y me reincorporé al trabajo, lo primero que hizo este señor fue cambiarme de puesto, trasladándome al Departamento de Atención al Cliente. Ya por entonces llevaba bastante tiempo trabajando en el blog. Y a raíz de ahí y de los acontecimientos que se produjeron en la empresa, las cosas se precipitaron de tal manera que me he convertido en una especie de obsesión que parece quitarle el sueño.
A medida que comienzo a informar sobre cualquier cosa que tenía algo que ver con la empresa y a mostrar una actitud crítica con su gestión al frente de
La gota que colmó el vaso fueron los incidentes que se produjeron tras la muerte por suicidio del compañero José Luis Alonso.
Durante aquellos trágicos días, cualquiera que quisiera enterarse de lo que estaba sucediendo en Tussam acudía a este blog, porque proporcioné cobertura a los acontecimientos ofreciendo la otra versión del conflicto que los medios tradicionales se esmeraban en silenciar.
Como consecuencia de ello se me abrió un expediente disciplinario por “faltar al trabajo sin justificar” el día que se conoció la desgraciada noticia, cuando lo que yo había hecho en realidad fue solicitar un permiso a mi inmediato superior, que me fue concedido como después quedó de manifiesto. El único inconveniente fue que entre una y otra decisión, me mantuvo casi dos meses con la espada de Damocles pendiendo sobre mi cabeza.
La cosa pareció retornar a la normalidad hasta que tuve la imperdonable osadía de denunciar públicamente su frontal oposición a la instalación de la campaña del bus ateo en los autobuses y revelé que el representante de Izquierda Unida en el consejo de administración de la empresa había presentado un veto a su gestión. Aquello hizo saltar todas las alarmas habidas y por haber. Arizaga no soportaba que dicha información estuviese en mi poder, entre otras cosas porque él se niega a aceptar que yo soy periodista y que mi misión no es otra que enterarme de las cosas que suceden para después contarlo. Aunque no cobre un euro por ello y no publique en un medio de comunicación tradicional, sino en Internet.
Sin embargo, lo que definitivamente lo sacó de sus casillas fue el que denunciara el hecho de que Tussam privilegiase con títulos de viaje por valor de 25.000 euros anuales a una determinada orden religiosa de la ciudad. El conejo tira siempre para el monte y esa información tocó sus fibras más sensibles, hasta tal punto que debió ver peligrar la continuación de su obra y decidió pasar a la acción de inmediato.
Cuando me llegó la información de las tarjetas gratis total a las monjas, y al objeto de contrastarla, llamé al móvil de Arizaga una mañana de sábado desde Matalascañas. Hacía como dos años que no cruzaba una palabra con él. Casi ni hablamos, porque no concebía que me hubiese atrevido a ponerme en contacto con él. Ni me confirmó ni me negó nada. Se limitó a decirme que en ese momento salía de viaje y me emplazó a que lo habláramos el lunes.
Esa conversación jamás se produjo, porque a partir de ahí mandó a sus subalternos a averiguar qué sabía yo. Uno de ellos se puso en contacto conmigo hasta en dos ocasiones durante ese fin de semana sin que fuera capaz de darme una explicación a por qué se otorgaban las tarjetas. Pero el colmo de los despropósitos se produjo el lunes siguiente, cuando me incorporé a mi trabajo y el Director de
El encuentro no fue demasiado largo porque desde el primer momento supe que estaba orquestado para presionarme e intentar que la información no se publicara. La mayor preocupación de este señor era que cómo me había atrevido a llamar al gerente en un fin de semana. Mi respuesta fue que no estaba dispuesto a discutir mi actividad fuera de la empresa porque eso pertenecía a mi vida privada. No recibí amenazas directas, pero jamás se me olvidará la frase que pronunció cuando estaba a punto de abandonar su ampuloso despacho. “Que te sea leve”, dijo.
Fue a partir de entonces cuando, utilizando un escrito incomprensible de Miguel Pereira Lorente, a
En dicho escrito y vertiendo acusaciones totalmente falsas y malintencionadas, el secretario general de CC.OO solicita “se le informe” sobre si yo, y otros tres compañeros de UGT, disfruto de “algún tipo de liberación sindical o trato especial por parte de la empresa y en base a qué se justifica la misma”.
Lo curioso de todo esto es que quien controla tanto los permisos sindicales como las liberaciones por motivos políticos o sindicales en la empresa es, como es lógico, el Director de Recursos Humanos. Menudo ejemplo de gestión sería el que en Tussam pudiese haber alguien liberado sin que la dirección de la empresa tuviese conocimiento de ello. Sería como para echarse a llorar.
Arizaga le pasa el escrito al Director de Recursos Humanos con la premisa literal de “informar por escrito”. El susodicho Director podría haberse limitado a constatar e informar de que lo que es de dominio público, es decir, que no existe ninguna liberación de tales empleados ni tampoco permisos sindicales, ya que no disponemos de horas por no haber obtenido representación en las pasadas elecciones.
Pero no fue así y, siguiendo instrucciones directas de Arizaga casi con toda seguridad, lo remite a las jefaturas de las que dependen cada uno de los empleados mencionados con nombres y apellidos, entre ellos el mío, para que se efectúen los informes solicitados. Es lo que se conoce como pasarle el marrón a otro por si cuela.
De manera que en una dependencia como en la que yo desempeño mis funciones, donde trabajamos cinco compañeros, se pide informe discriminatorio y sesgado sobre uno sólo de ellos, que soy yo. El informe que eleva mi jefe, entre otras cosas, dice de manera literal:
“Asimismo, le informo que el Sr. Verdugo cumple con su horario de trabajo, tal y como se puede observar en los informes diarios emitidos por el Departamento de Gestión de Personal, y que disfruta eventualmente de permisos por estudios, contemplados en el artículo 60. b del Convenio Colectivo, así como de las demás licencias previstas en Convenio para un trabajador de su categoría laboral: descanso adicional administrativo, descanso compensatorio, permiso retribuido y vacaciones anuales, no disfrutando en la actualidad de ningún tipo de liberación sindical.
Por otra parte, manifiesto que el citado trabajador viene desempeñando a plena satisfacción las funciones propias de su categoría profesional, las cuales quedan establecidas en el vigente Convenio Colectivo”.
A pesar de la contundencia favorable hacia mi persona del informe, Arizaga me tenía preparado un nuevo cambio a otras dependencias de la empresa como castigo, que pretendía llevar a cabo en julio pasado, justo antes de que iniciara mis vacaciones anuales.
En dicha ocasión me consta que este asunto molestó bastante en el Ayuntamiento de Sevilla, y que alguien de peso, al tener conocimiento de la gravedad de los hechos, ordenó que se detuviera inmediatamente la operación, cosa que le honra y le agradezco.
Pero a Arizaga, cuando una obsesión le encharca la mente, parece ser que no hay quien lo pare. Y ha sido todo volver de sus vacaciones y retomar el tema con nuevos bríos, de manera que en la mañana del pasado jueves me hace acudir a una esperpéntica reunión, donde se me comunica oficialmente que me van a cambiar –otra vez más- de puesto de trabajo por supuestos motivos organizativos. Ha debido de gastar la poca imaginación que le quedaba en la intentona, puesto que si hay un departamento en precario ahora mismo en Tussam ése es en el que yo trabajo.
En mi empresa existe un dicho entre el personal administrativo que se arrastra de años, que dice que cuando se quiere castigar a alguien se le traslada al taller. Es allí donde me quieren enviar ahora.
No soy el primero, y tal como están las cosas creo que tampoco el último, que por motivos muy parecidos ha sufrido el hostigamiento de este individuo con traslados injustificados y actitudes incomprensibles.
Existen otros compañeros, más de lo que en un principio se pudiera imaginar, que han padecido en sus carnes las consecuencias de la imperdonable actitud de haber expresado a este señor un punto de vista diferente a lo que él pensaba. La mayoría de ellos se encuentran desarrollando sus funciones en las dependencias de talleres.
Incluso hay quien afirma que esa manía suya de acosar al prójimo no es nueva. Por lo que se ve, de casta le viene al galgo.
Ese mismo jueves, y como consecuencia de la tensión provocada durante la reunión de marras, tuve que ser atendido en los servicios médicos de la empresa por un estado de nerviosismo y ansiedad que obligó a que se me proporcionara medicación al efecto. Como pude y con la comprensión de mis compañeros –cosa que demuestra su grandeza y dignidad- logré concluir la jornada con más o menos normalidad.
La sección sindical de UGT, a la que pertenezco, ha interpuesto denuncia por acoso laboral ante el Servicio de Prevención de la Empresa, exigiendo el cese inmediato de tales prácticas. Ni que decir tiene que todo este tema está ya en manos de un abogado para emprender las correspondientes acciones legales.
En lo referente a mi condición de informador, sólo puedo decir que muy poco valdría yo, no ya como periodista, sino como persona, si consintiese que alguien como Arizaga se saliese con la suya y consiguiese que me autocensurase la libertad de expresión que este país ha logrado con tanta sangre, esfuerzos y sacrificios. Seguiré informando sobre lo que considere de interés para quienes me leen y escribiendo con la misma humildad y honradez que hasta ahora.
A quienes leáis esto –sobre todo a quienes mantengan un blog o sean periodistas- os pido que le otorguéis la máxima difusión posible de la forma que creáis más conveniente. Lo prioritario no es mi situación, sino que hay que cortar de raíz conductas como esta y más cuando a quienes las ponen en práctica se les paga con dinero público emanado de la contribución de todos.
A ver de lo que es capaz la red.
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