La crisis económica ha adquirido una dimensión realmente preocupante pues afecta, como siempre, a los más vulnerables. Y éste “como siempre” denota la sumisión, la entrega y el sentirse una vez más derrotado por el sistema capitalista. Los más vulnerables son los pobres, los trabajadores y los asalariados, que a su vez son los que crean riqueza, la cual no controlan ni tienen parte en los beneficios, esos cientos de miles de millones que se reparten entre unos cuantos de especuladores, de mafiosos de las finanzas y de gente sin escrúpulos. Dicen los economistas que su detonante fueron las hipotecas basura, las operaciones de ingeniería financiera, los paraísos fiscales, las emisiones de bonos de alto riesgo sin control y todo esto nos ha llevado a esta situación tan grave, si a la gran cantidad de derivados financieros tóxicos que no tenían un valor real que los sustentara que se pusieron en circulación le sumamos que los gobernantes no querían ver o preferían mirar hacia otro lado, pues siempre viene bien cuando se gobierna, que la economía marche con crecimiento, sin plantearse las características de cómo se produce, si alguien preocupado por lo anterior, se le ocurría decir que había que estar muy vigilantes sobre la expansión del mercado inmobiliario, del sistema financiero, de las burbujas especulativas que se estaban creando en los mercados, automáticamente era acusado de alarmista por los políticos y los empresarios sin ningún tipo de rubor. Ahora nos encontramos en algo mucho más grave que en una crisis financiera, es mucho más que eso: es una crisis global, pues supone el agotamiento de un modelo de crecimiento que modifica el equilibrio ecológico, que también afecta a los alimentos, la energía y que ha sido incapaz de combatir la pobreza, el hambre y la exclusión social, en definitiva, un sistema económico mundial desigual y depredador de las personas y la naturaleza.
No es la primera vez que ocurre y si no ponemos los medios y controles necesarios no será la última, hay que coger el toro por los cuernos de una vez para siempre y establecer los controles de regulación de los bancos, de todas las instituciones bancarias y financieras y de todas aquellas empresas que tras el escudo de la ley de la selva económica, que se basan en prácticas nada ortodoxas, en las que predomina el enriquecimiento rápido y fácil a costa del sufrimiento de tantos no puede continuar, no se puede consentir que se prorrogue la desigualdad tan grande que existe entre la población.
Las privaciones y los costes a pagar son demasiado elevados para la economía de los trabajadores, estamos viendo como se engaña una y otra vez a los mismos, como piden o exigen los empresarios y los políticos que hay que apretarse el cinturón, que hay que trabajar más horas y en peores condiciones, con el mismo sueldo o incluso proponen bajarlos, a su vez quieren que continuemos con el mismo ritmo de consumo porque este es el que estimula la economía de los países, aquí hay algo que no cuadra de ninguna de las maneras, si trabajo más, si gano menos o igual, que me expliquen como puedo consumir más si tengo menos tiempo de ocio y menos dinero para gastar, pero además, si trabajo más horas produzco mas, por lo que hacen falta menos trabajadores en la empresa, por tanto más paro, otra consecuencia de lo que proponen es que se produciría mas absentismo laboral porque al trabajar más horas me cansaría mas, produciría menos, habría más accidentes laborales, mas enfermedad, en definitiva se produciría un aumento del absentismo laboral con el consiguiente coste, en fin, con las propuestas que se están haciendo basadas todas en el neo liberalismo veo muy difícil que podamos salir de la crisis fortalecidos, más de lo mismo no es la solución.
Hay una fábula que viene a demostrar el poco sentido que tiene el sistema capitalista, es extrapolable a cualquier país del mundo, es la siguiente:
El turista le pregunta:
—"Y usted, ¿a qué se dedica? ¿En qué trabaja?".
El mexicano responde:
—"Soy pescador".
—"¡Vaya, pues debe ser un trabajo muy duro! Trabajará usted muchas horas".
—"Sí, muchas horas", replica el mexicano.
—"¿Cuántas horas trabaja usted al día?".
—"Bueno, trabajo tres o cuatro horitas".
—"Pues no me parece que sean muchas. ¿Y qué hace usted el resto del tiempo?".
—"Vaya. Me levanto tarde. Trabajo tres o cuatro horitas, juego un rato con mis hijos, duermo la siesta con mi mujer y luego, al atardecer, salgo con los amigos a tomar unas cervezas y a tocar la guitarra".
El turista norteamericano reacciona inmediatamente de forma airada y responde:
—"Pero hombre, ¿cómo es usted así?".
—"¿Qué quiere decir?".
—"¿Por qué no trabaja usted más horas?".
—"¿Y para qué?", responde el mexicano.
—"Porque así al cabo de un par de años podría comprar un barco más grande".
—"¿Y para qué?".
—"Porque un tiempo después podría montar una factoría en este pueblo".
—"¿Y para qué?".
—"Porque luego podría abrir una oficina en el distrito federal".
—"¿Y para qué?".
—"Porque más adelante montaría delegaciones en Estados Unidos y en Europa".
—"¿Y para qué?".
—"Porque las acciones de su empresa cotizarían en bolsa y usted se haría inmensamente rico".
—"¿Y para qué?".
—"Pues para poder jubilarse tranquilamente, venir aquí, levantarse tarde, jugar un rato con sus nietos, dormir la siesta con su mujer y salir al atardecer a tomarse unas cervezas y a tocar la guitarra con los amigos".
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