La vida es breve y la historia así nos lo ha enseñado, los humanos hemos sabido organizarnos en comunidad de diferentes formas político-económicas que han ido adaptándose en los tiempos a las ideologías y a la economía, pero siempre ha ocurrido que han sido adaptaciones del propio sistema, lo cierto es que ningún sistema político-económico, hasta ahora, ha sido definitivo aunque el que se posterga en el tiempo en sus diversas adecuaciones es el sistema capitalista. Se nos muestra como el mejor de todo sistema anterior y como el único capaz de organizar la vida en común actual, sobre todo después de haber eliminado al sistema adversario, el comunismo. Aunque hasta ahora ha sido así, esto no puede significar que siempre vaya a ser así. Los continuos tropiezos, las crisis cíclicas del sistema capitalista son claros síntomas de su agotamiento, es hora ya de pensar en el futuro tomando como referencia el pasado para no caer en los mismos errores del presente. Lo impensable antes, en algún momento se hizo pensable, después fue posible y real.
La crónica política no puede continuar oscilando entre los conflictos de liderazgo, la corrupción y la crisis, estas constantes que aparecen ante la opinión pública como males endémicos de la sociedad y que hace pensar que los políticos son ese castigo que nos ha tocado en desgracia, una generalización tal vez injusta y demoledora, pero no exenta de razones porque la práctica habitual no suele corresponderse con la ideología y los objetivos programáticos, más bien se corresponden con el fortalecimiento de expresiones personales, de poder, de intereses ajenos a la gran mayoría de ciudadanos. Es requisito indispensable para participar en cualquier convocatoria de empleo público y privado demostrar la capacidad, el merito y la cualificación, sin embargo, para las tareas de responsabilidad política, vale cualquiera, sorprende el pobre expediente medio de los políticos.
En política, en la política de los bandos, hay intenciones, actitudes y decisiones que pueden ser buenas, malas o perversas y ocurre que en la mayoría de los casos se está más cerca de las dos últimas categorías. Predominan los correveidile, los alcahuetes, los advenedizos, los oportunistas, malversadores, comisionistas y los rateros. Hay que cambiar esta tendencia y erradicar de la vida pública, del poder, a todos aquellos que no estén por la labor de cumplir lo que prometen desde la habilidad y el ejercicio de decir lo que el que le escucha quiere oír, a sabiendas de no estar dispuesto a cometer. Un buen ejemplo a seguir está en los científicos, médicos, investigadores que dedican su vida a la búsqueda continua de avances y al servicio de los demás, hacen falta personas irreprochables que estén dispuestas como los anteriores a trabajar en regenerar y crear el clima de confianza necesario en los ciudadanos en torno a las políticas. Esta es la gran asignatura pendiente sin la cual no habrá posibilidades de cambiar el sistema, no es imposible la labor preventiva de alejar a los miserables de la vida pública, seguro que no lo es.
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