Así comenzaba un articulo un periodista director de una de las emisoras de radio que componen la cadena ser: Cuando fluye la baba y el periodismo se acojona la tiniebla va cubriendo el espacio vacío; un territorio abandonado que ocupan pajilleros, reprimidos, grasientos, puteros, siniestros, cobardes y acomplejados, con nombres y apellidos…….
Bastante significativo lo que decía y no menos preocupante por cuanto si esto es lo que opina un profesional de la información, imaginaros cuales han sido las razones por las cuales se ha atrevido a difundir reflexiones de tamaño calado, quiero pensar sin temor a equivocarme que son fruto de una persona íntegra de las que aún quedan en este valle de lagrimas, de trampas, de obstáculos y de intereses. Unas declaraciones de este tipo supone para el que las hace un enfrentamiento directo con uno de los poderes más importantes en la sociedad actual, todo lo que se mueve ha de contar obligatoriamente con la participación, colaboración y visto bueno de los redactores de los medios de comunicación, de no ser así la noticia no es noticia. La censura sigue vigente, la interpretación es lo que prevalece y esta va en función de lo que interesa que la opinión pública defienda, a esto es lo a lo que llamo “crear opinión pública”, que no tiene nada que ver con el derecho a la información veraz. Esto viene a confirmar lo que nos ha tocado aguantar de la prensa, yo como trabajador de un empresa pública le he sufrido en mis propias carnes, no había un solo día que no nos pusieran a parir por la convocatoria de huelga que nos vimos obligados a convocar ante los incumplimientos de convenio que la empresa hace, todos hemos asistidos estupefactos (unos más que otros) a las barbaridades que se decían en esos artículos, incluso nos dedicaron para nuestra desgracia un encuentro digital el cual fue manipulado en los mismos términos que ha sido manipulada toda la “información” sobre la huelga y sus razones. Si a los trabajadores a través de nuestros representantes (no todos) nos hubieran dado la mitad del espacio y del tiempo que han dedicado a los políticos y directivos, estoy convencido de que no habrían sido capaces de poner a la opinión pública en nuestro contra, seguro que no. Ahora debemos tomar buena nota de lo acontecido, debemos exigir al periodismo que no practique la discriminación, que no continúen silenciando la voz de los trabajadores, ¿solo somos noticia para lo malo?, ya está bien. Quienes se creen que son para declararse jueces, quienes son para condenar sin pruebas. Lo que ha quedado manifiestamente claro es al servicio de quienes están, no hay duda, del poder y de los poderosos, mientras persistan en su actitud su denominación no puede ser la de periodismos, más bien ha de llamarse bodriorísmo.
Como el artículo no tiene desperdicio, me permito editar como finalizaba su reflexión:
Son de ilustres burgos, ansones, losantos, pejotas, usias y alguna que otra schlichting, pero segregan ese líquido viscoso y corrompido por la comisura de sus parpados, acentuando el asco que desprende su mirada.
Tenemos que mirar sus caras, seguir con atención el recorrido; ver como avanza ese residuo pútrido que desciende por los pliegues hasta la boca, como carcome gota a gota su lengua relamida; como la inunda y luego la desborda, para proseguir su camino hasta la mano pegajosa que sostiene la pluma y derramar allí toda su miseria.
Cuando fluye toda esta baba compartida y el periodismo se acojona, estos mirones clandestinos, estos fetichistas de la mugre, se proclaman profetas con derecho de pernada, levantan púlpitos con barrocos tornavoces, apoyan sus falanges en el antepecho, despliegan su abyección más tenebrosa y corrompen el espacio compartido.
Cuando el periodismo se acojona delante de estos usurpadores del oficio, la cloaca extiende su dominio, se adueña de la plaza pública y construye allí su pasatiempo favorito: el juego delictivo del insulto, donde prevalece y se premia la discriminación por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social, como pueden ser la orientación sexual, la fe o falta de ella, la ideología, la gestación, la edad, el nombre o el apellido.
Cuando el periodismo se acojona delante de estos mediocres, que confunden la baba con el intelecto, nuestra profesión pierde el futuro; los ciudadanos, su libertad, y la democracia, el sentido.
El periodismo tiene que hacer frente a la contaminación que desprenden estos exhibicionistas de la baba en la pluma, a la perversión que esconden bajo el necesario paraguas de la libertad de expresión.
Son previsibles. Se plantan delante de sus víctimas y abren con rapidez sus gabardinas, dejando ver su desnudez intelectual. Pero, son cobardes. Si les plantamos cara, mirando fijamente sus despojos orgánicos, señalando con el dedo su minusvalía y mostrando nuestro desprecio con una sonora carcajada, que al tiempo alerte al resto de la ciudadanía, salen corriendo a esconder sus complejos y sus colgajos... en el fango.
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